miércoles, octubre 05, 2005

17 horas en la ¿nada?

No, en un aeropuerto.

El lunes 3 la querida Julia Ardón me dejo a tiempo para el check in en aeropuerto de situado en Alajuela, Costa Rica.
Despaché la valija, me compré un agua, comí un sandwich de "salami" trucho, y me dispuse a esparar el abordaje a la nave, cual pirata feminista, bien cansada y entristecida por dejar a la gente amiga que conocí en estos días y que me reencontré.
A la hora convenida todas y todos subimos al avión, pero tuvimos que esperar cinco minutos a gente que venía en otro. Esos cinco minutos fueron los fatales: se habia oscurecido el cielo, y no se podía ver ni a un paso de distancia.
Seguimos allí como media hora, y el capitán informó el retraso que ya era evidente para quienes ya teníamos ganas de salir.
Al rato nos hicieron bajar, en la zona de embarque nos tuvieron como una hora más. Luego nos hicieron salir como si estuviéramos entrando de nuevo (tengo que decir que tanto algunos relatos de Kafka como la cinta de Moebius quedan reducidos al tamaño de un poroto).
Allí nos reprogramaron los vuelos. Me hubiera tenido que tocar nuevamente a las 3:43 pm del martes. No sé qué cara me vio la chica de Copa Airlines y cómo le dije si lo podía poner más temprano, que lo intentó. Finalmente pude viajar el martes a las 7:39 de la mañana.
Como la cuestión era por mal tiempo no nos dieron hotel, sólo se lo dieron a quienes estaban de tránsito.
Algunos pocos se fueron y pagaron uno porque ellos sí debian viajar por la tarde. Yo me quedé allí, buscando la posición más cómoda para poder dormir. Mi única conexión con el exterior fue Irene, a la que llamaba con llamadas por cobrar.
Charlé con un técnico de Copa, con una señora que limpiaba. Ella me dijo "ya le acondicioné su cuarto". Y así fue pasando la noche. Suerte que había comprado la botella de agua, ya que me hicieron quedar en el lobby. Me alimenté de un paquetito de macadamia que había comprado para traer de regalo.
Finalmente llegué el martes a las 20:15 y de allí salí rauda hacia Rosario. Mi amoretta me esperó con un asadito y la casa calentita, y las gatas ronrronearon mi llegada.
Hoooome sweet home.

PD: aún no conté mi odise para llegar y entrar a Costa Rica. Coming soon.

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